Los que nos dedicamos a la formación nos enfrentamos con frecuencia a preguntas de difícil respuesta: ¿qué es mejor, esto o lo otro? Nos gustaría ser capaces de dar con el método perfecto para todas las circunstancias, una solución que valga para todo, pero hay siempre un factor que frustra nuestros deseos: no todas las personas son iguales, y nuestros métodos deben siempre adaptarse a la idiosincrasia del cliente, y a la nuestra también.
Las personas somos diferentes, un hecho que ha atraído la atención de los pensadores desde los tiempos más antiguos. ¿Cómo analizar, cómo dar con una clasificación que nos permita sistematizar la forma en la que hemos de tratar más adecuadamente a cada persona?