¡¡Qué alguien avise a Darwin!!

Acercaba y alejaba su pulgar e índice sobre el cristal templado del móvil, una y otra vez… Era un plano corto (muy corto) de no se sabe muy bien que estancia: una habitación, un distribuidor quizás, la cocina… a saber qué carajo era aquello! Había pedido solicitud de avisos a una decena de inmobiliarias; una decena o más…. y ya no sabía que piso pertenecía a que inmobiliaria.

Solicitudes de información sin respuesta y respuestas en bucle de “está reservado”. Fotos con más granos que una clase de adolescentes, datos que se mezclan, ubicaciones y orientaciones en los que la brújula estaba de vacaciones y comisiones extras que aparecen de la nada y por nada.

Para continuar leyendo este artículo, accede a tu cuenta o regístrate: