Las empresas inmobiliarias se dieron cuenta hace tiempo de que no pueden permanecer ajenas a la transformación digital. Incluso las pequeñas agencias de intermediación de barrio, aquellas que no pertenecen a ninguna gran franquicia, han sabido innovar y aceptar el reto. De hecho, es muy posible que se hayan mantenido contra viento y marea después de unos años muy difíciles gracias a su capacidad de adaptación dentro de un entorno cambiante, donde las modas se suceden a un ritmo vertiginoso y en el que lo que hoy es tendencia, mañana es solo un recuerdo. De las malas experiencias se extraen valiosas enseñanzas, y una de las lecciones que nos enseñó la reciente crisis que atravesó el mercado de la vivienda y el sistema financiero es que es necesario renovarse para seguir teniendo éxito. El desafío es ir a la misma velocidad a la que se mueve la sociedad actual.
La gran responsable de este nuevo y trepidante estilo de vida es la tecnología, y muy especialmente, Internet. Las redes sociales inauguraron una nueva forma de relacionarse con los clientes. Muchas compañías miraron con escepticismo, e incluso, cierto desprecio, a estas herramientas, tildándolas de efímeras o condenándolas casi de inmediato. El tiempo ha demostrado que gigantes como Facebook o Twitter llegaron a nuestras vidas con la intención de quedarse en ellas. Su papel integrador transciende el mero contexto familiar o amistoso, llegando poco a poco a ocupar un puesto importante en el ámbito empresarial. En este sentido, son muchos los profesionales del sector que han visto su potencial, estableciendo sus propios perfiles, ya sea de forma individual o bajo la denominación corporativa.