Mi bandeja de correo, sin diferenciar el spam del resto, tiene cada vez más revolucionarios emails que prometen hacerme rico con la “inversión inmobiliaria”, mediante múltiples y variadas fórmulas: comprar en subastas, acceder a productos de bajo precio que milagrosamente se venden más alto sólo con pintar, poner cojines y poco más, flipping house (esto me suena a fliper el delfín que se suicidó), con parámetros básicos que me desvelarán por módicas suscripciones o cursos con fantásticos descuentos.
No tengo nada a favor ni en contra de estas personas o empresas, pero me gusta analizar dónde está el negocio de cada uno y el mío en concreto.