Era casi la hora de la comida, sentía resequedad en la boca, pero no era el momento para pensar en otra cosa que en que terminará esa historia de tanto dolor y sufrimiento. El ambiente se podía cortar con tijeras en la sala de reuniones plagada de gente variopinta. ¡Fue impresionante reunirlos a todos!
La historia comienza hace muchos años, cuando el hijo menor de una pareja, por la moda y por llamar la atención, nunca lo sabremos, entró en el mundo destructivo de las drogas. Poco a poco fue esquilmando los ahorros que una familia trabajadora y emprendedora había podido ahorrar. Cuando ya no hubo nada en casa que pudiera cambiar, empezó a delinquir. Al poco resultó preso. A causa de sus fechorías, la familia se había metido en un par de créditos, dando por aval el piso que había heredado hacia algunos años de su padre. Al poco, ni eso fue suficiente, la crisis del 2009, la situación social junto con la historia del hijo, hacían que la empresa familiar también resultara afectada. Fue cuando llamaron a mi compañera, “ayúdanos por favor, están a punto de embargarnos”. Y tan a punto, ¡hasta dos veces detuvo el embargo! Por fin encontró a una pareja encantadora que se enamoró de la vivienda.