Llevamos unos años distinguiendo entre dos figuras, dos papeles diferentes del profesional inmobiliario. El primero de ellos, el tradicional y muy querido por muchos, es el del mediador que trabaja para ambos y no se casa con nadie, suponiendo que ello sea posible. El segundo, que nos viene de Estados Unidos pero que tampoco es nuevo entre nosotros, es el del agente que trabaja para una de las partes representando sus intereses con total compromiso, y no así los de la parte contraria, a la que en todo caso tratará dentro de lo que marque la ley y los principios de honestidad y profesionalidad.
El mediador generalmente está vinculado al también tradicional “encargo abierto”: el propietario no se casa con ningún agente y el mediador tampoco se casa con él. El agente generalmente trabaja en exclusiva: el propietario deposita su confianza en un solo agente a cambio de que este trabaje fielmente para él.