Aún recuerdo muy bien el impacto que me provocó leer las páginas de un famoso libro de marketing en el que se explicaba el concepto de comparar la organización de las empresas a la vida de las personas, al trabajo que hacen y a su forma de comportarse y comunicar con los demás.
Esta reflexión parece ser en principio muy banal, tanto que muchas veces la olvidamos y pensamos como si los dos mundos pertenecieran a dos planetas diferentes, y no es así.