Sharla Lau intuyó hacia dónde se encaminaba la conversación con uno de sus clientes, y no se trataba de propiedades. Fue poco después de las elecciones presidenciales estadounidenses del pasado mes de noviembre, y resultaba evidente que las consecuencias de la contienda intensamente partidista estaban en la mente del comprador. A medida que Lau y su cliente visitaban propiedades, el comprador comenzó a hacer comentarios sobre el aborto y los «estilos de vida alternativos», esperando una respuesta por su parte. Criticó el Congreso y el sentimiento de rencor de Washington. A continuación, Lau tuvo tiempo de prepararse para la pregunta, cuando el comprador dirigió su atención hacia ella personalmente: «Entonces, ¿por quién votaste?». Ella se negó a responder.
«Sí, tengo mis propias opiniones, pero son mías», dijo Lau, ABR, GRI, vicepresidenta de Coldwell Banker Fleming-Lau Realty en Fort Smith, Arkansas. «He aprendido que no es seguro ni tampoco inteligente, ni en lo profesional ni en lo personal, entrar a discutir sobre opiniones personales con extraños». Por eso, le dijo a su cliente que prefería que centraran sus conversaciones en temas relacionados con el sector inmobiliario y acabaron mantenido una cordial relación de trabajo. Sin embargo, Lau no es la única que se ha tenido que enfrentar a una situación así. En este momento de hiperpolitización, los profesionales se enfrentan cada vez más a conversaciones potencialmente incómodas con sus clientes.