Con frecuencia me consultan compañeros que saben de una propiedad histórica que se vende: un castillo, un pazo, una masía… A veces incluso la han captado, puede que hasta en exclusiva.
En el último de los casos ya parten del precio de la propiedad que, naturalmente, es el que ha puesto el propietario, sin criterio alguno. ¿Qué sabe nadie lo que vale una propiedad singular? Ahora de lo que se trata es de encontrar alguien que lo venda: “yo ya he hecho la mitad del trabajo, ahora busco quien haga la otra mitad”.