Hablamos de diferenciación de forma cada vez más habitual, pero sin darnos cuenta, cada vez vivimos todos de forma más parecida. Solo hay que dar una vuelta por el centro de las ciudades más conocidas a nivel europeo para ver que uno encuentra las mismas marcas de ropa, el mismo tipo de restaurantes, de calzado o de joyerías, que son un síntoma inequívoco de que cada vez consumimos más parecido. ¿Cómo diferenciarse en un entorno tan complejo y de tanta competencia?
El mismo paralelismo sucede con el parque inmobiliario español; nos encontramos empresas inmobiliarias que comercializan inmuebles de sus clientes, los vendedores, que son los que les firman las notas de encargo, o en el mejor de los casos la exclusiva de la comercialización de su propiedad, buscando maximizar el beneficio del bien que pretenden vender. Una vez hay acuerdo es cuando a las propiedades captadas se le hacen reportajes fotográficos profesionales, se publicitan en portales de internet, se anuncian en sus escaparates, y comparten (o no) la venta con inmobiliarios colaboradores de confianza para dar más difusión y a la postre intentar conseguir más rapidez en el trámite de la venta. Es con el vendedor cuando los inmobiliarios despliegan todo el elenco de posibilidades para ofrecer la promesa de su servicio. Creo no equivocarme afirmando que la gran mayoría de inmobiliarias trabajan en esta dirección, y es en esta dirección donde compiten por diferenciarse unas de otras con su promesa de marca y distintos servicios. Como en el caso de las ciudades, cada vez es un objetivo más complicado el ser distinto.