Hace un par de años empezaron a surgir start up con dinero semilla de inversores individuales de riesgo y con la pretensión de modificar de forma radical el modelo tradicional de comercialización de propiedades inmobiliarias. Con el lema “muévete rápido y rompe cosas” aprendido de Facebook y su fundador Mark Zuckerberg -el disruptor por antonomasia- se lanzaron al mercado con agresivas campañas, intentando reposicionar a las inmobiliarias tradicionales como cosa del pasado, incluso con la burda analogía de compararlas con los dinosaurios. Aparte de que hubiera sido mejor irrumpir con mejores formas en un sector que se beneficia desde su nacimiento en el siglo XIX en Norteamérica de la cooperación entre profesionales, hay que preguntarse en el mundo post-Covid19 si este modelo aporta algo aprovechable para el subsector de la comercialización de inmuebles. Y esto en un momento en que la viabilidad de las proptech más conocidas está en cuestión, como la de todos los proyectos que dependen de la buena voluntad de un atribulado sector de capital riesgo en estos momentos de incertidumbre.
Por empezar desde el principio, hay que entender que el concepto clave por el que los sectores miden su viabilidad y rentabilidad es el de productividad. La riqueza de las naciones aumenta porque cada vez se necesitan menores unidades de input para producir un resultado, sea trabajo o capital, este en forma de recursos o dinero. Lo que hace aumentar la productividad es la tecnología o la optimización de los procesos de producción. Eso ha sucedido de forma brutal en el sector primario y también en la industria, que ocupan entre ellos menos del 20% de la población laboral, una proporción exigua de los recursos humanos disponibles. Por otra parte, ganar productividad en el sector servicios es mucho más complicado, y por eso da empleo al 80% restante de la población, incluyendo los ámbitos privados y públicos de la economía. Por decirlo de forma gráfica, es más fácil ganar productividad con una cosechadora más eficiente o mejorando los procesos productivos en la empresa que las fabrica, que sirviendo cervezas en una terraza o asistiendo legalmente a un cliente. Y aquí entra de lleno el sector inmobiliario y las dificultades objetivas del experimento proptech.