Tendemos a pensar que los cambios evolutivos se producen de forma gradual, con pequeñas diferencias que se acumulan en el tiempo y dan lugar al progreso. De hecho, el adjetivo “progresivo” evoca un cambio que se produce gradualmente. Pero si analizamos la evolución de los seres vivos, de la tecnología, o de la historia colectiva de la humanidad, lo que nos encontramos son períodos estables a los que siguen saltos bruscos, que se producen cuando confluyen ciertas “circunstancias objetivas”, usando prestada la terminología del materialismo dialéctico. Así sucedió, por ejemplo, cuando a finales de los años ochenta confluyeron la tecnología para la comunicación entre ordenadores, la potencia gráfica que permitía un interface amigable con el usuario y la invención del hipertexto, que permitía enlazar un texto o una imagen a otro texto o imagen situado en un lugar distinto del documento, todo lo cual permitió a Tim Burton Lee desarrollar la world wide web dando lugar al salto explosivo de las tecnologías de la información que hoy conocemos con el nombre genérico de Internet.
De modo parecido, en este momento de la historia se están produciendo fenómenos concurrentes que apuntan a un salto cualitativo y cuantitativo en el sector inmobiliario. En este contexto, la crisis sanitaria del Covid 19 representa solo el detonante -ni más ni menos- que contribuirá de forma decisiva a superar ese estado de impasse en que actualmente nos encontramos, desde que la revolución hippie provocó un cambio de paradigma en nuestra relación con la naturaleza. Y lo hará porque los presupuestos extraordinarios que la UE ha decidido dedicar a la recuperación económica de los países más afectados por la crisis estarán en gran parte orientados a la transformación ecológica de la economía, al aumento de la eficiencia energética y a la lucha contra la crisis climática. Por decirlo en las palabras de la Comisaria Europea competente sobre la materia: “la recuperación será verde o no será”.