Cuando alguien me pregunta sobre las diferencias entre el marketing que utilizan los inmobiliarios norteamericanos y el que hacemos aquí, siempre les respondo con esta misma idea: ellos empiezan antes y terminan después. En definitiva, el control de los tiempos es diferente: se trata de adelantarse a la salida al mercado de un propietario vendedor y, después de culminada la venta, mimar la relación con ese vendedor a lo largo de los años para conseguir recurrencia en el uso de nuestros servicios, difícil por muchas razones, y recomendaciones a terceros, mucho más viable y sobre todo frecuente.
Lo primero que debemos asumir es que los tiempos nunca son medidas objetivas, sino subjetivas. Una persona de 60 años no percibe el tiempo con la misma impaciencia que un veinteañero. Henri Bergson definió el tiempo “psicológico” como aquel que, más allá de la pura precisión matemática que atribuimos a las tres dimensiones espaciales, pertenece al reino de la conciencia interior. El sentimiento de “duración” es lo que da coherencia a nuestro pasado, y lo cose con nuestro presente. Pues bien, la duración temporal, entendida como percepción subjetiva y personal, tiene una enorme importancia en las diferentes fases del proceso de compraventa inmobiliaria, y tiene una gran incidencia en la planificación de las acciones de marketing que la preceden, la potencian y la continúan una vez concluida.