Cuando la vivienda es una carrera contra el tiempo
A pesar de sus diferencias, el profesional y el cliente comparten un objetivo común: vender y comprar lo más rápido posible. El dinamismo del mercado depende de que las transacciones inmobiliarias resulten ágiles.
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En el momento en el que una casa sale al mercado, se pone en marcha un reloj. El paso de los días juega en contra del cierre de la operación, ya que la vivienda puede terminar “quemándose”, dando la impresión de que tiene algún problema de difícil solución. Las razones por las que un piso puede pasar meses con el cartel de ‘Se vende’ colgado dependen de muchos factores. El sobreprecio es el principal enemigo. Muchos propietarios piensan que es mejor salir con un precio alto por si alguien “pica”, ya que siempre habrá tiempo para rebajarlo. Lo cierto es que los precios inflados espantan a los potenciales compradores. No solo son mucho más conscientes de su presupuesto, sino que saben reconocer el abuso porque comparan pisos de similares características.
Actualmente, el sector maneja unos tiempos de venta razonables. Según Tinsa, en el cuarto trimestre de 2018, la media nacional fue de 7,9 meses, pero en ciudades como Madrid apenas se tarda tres. Otras capitales por debajo de la media nacional son Zaragoza (3,7 meses), Sevilla (4,9 meses), Valencia (6 meses) y Barcelona (6,4 meses). Asimismo, las provincias más líquidas son Madrid, Navarra, Las Palmas, Zaragoza, Sevilla, Guipúzcoa, Santa Cruz de Tenerife, Valladolid y Barcelona, por debajo de los siete meses. Por el contrario, Ourense, Salamanca, Cantabria, Castellón y Girona son las provincias que más tardan en vender, arrojando plazos superiores a 13 meses.