Escribiendo este artículo en un contexto de temperaturas gélidas propias del invierno, parece que se nos olvida que 2023 ha sido el año más caluroso de la historia desde que existen registros. La magnitud de la crisis climática ha dejado de ser un problema con vistas al futuro para convertirse en una realidad que ya impacta en nuestro día a día. Si bien, la pasada COP 28, la cumbre anual de las naciones unidas sobre el cambio climático alcanzó el acuerdo histórico de la reducción en el uso de combustibles fósiles, la colaboración entre administraciones, compañías y organizaciones a nivel global y local es esencial para proponer e implementar soluciones concretas que reviertan la situación de emergencia climática y limiten el calentamiento global a 1,5ºC.
Si nos enfocamos en la influencia del sector inmobiliario en esta lucha, nos topamos con un importante desafío: el nivel de eficiencia energética de los edificios en España. Actualmente, nuestro sector representa el 30% del consumo total de energía en el país. Sin embargo, el 80% de los edificios españoles se consideran ineficientes desde el punto de vista energético, y el 51% fue construido antes de que se introdujeran los requisitos básicos de aislamiento térmico en la normativa de edificación. En resumen, la mayoría de los edificios se sitúa en las categorías E, F y G en términos de emisiones.
La eficiencia energética se erige como un elemento clave en las negociaciones entre el Parlamento y la Comisión Europea sobre la directiva europea de edificación en Bruselas. En el contexto de nuestro país, diversos estudios estiman que, con inversiones adecuadas para la rehabilitación energética de los edificios menos eficientes, se podrían ahorrar hasta 50.000 millones de euros en costes energéticos.
Para conocer el origen de lo que conocemos como cambio climático tendríamos que remontarnos a la Revolución Industrial, que en el siglo XIX transformó la composición y el comportamiento de la atmósfera debido a las emisiones contaminantes. Aunque se conocen los efectos negativos, las emisiones persisten en industrias, transportes, generación de electricidad, quema de combustibles fósiles y viviendas, principales fuentes de gases de efecto invernadero.
En términos absolutos, más de 32 millones de personas en España ya sufren los efectos de esta crisis climática, incluyendo olas de calor más prolongadas e intensas, veranos más extensos y noches tropicales triplicadas. El país se encamina hacia un clima árido, con el 75% en riesgo de desertificación. Urge implementar cambios.
Con adecuadas inversiones de rehabilitación, se pueden ahorrar hasta 50.000 millones de euros en costes energéticos.
Es imperativo tomar medidas concretas a nivel económico, social e industrial para frenar el aumento de la temperatura global. Aunque la teoría aboga por actuar rápidamente, ¿estamos realmente cumpliendo con lo necesario? ¿Qué más podemos hacer y cuándo se implementarán estas soluciones?
El temor al cambio climático puede ser un motor para la necesaria rehabilitación energética, pero no es el único. Se requiere facilitar el proceso de toma de decisiones en las comunidades mediante agentes del cambio y una comunicación efectiva que promueva la sensibilización de los ciudadanos, dado que el 88% de los propietarios no sabe que es posible financiar obras a nivel de comunidad.
Aunque los recursos deben aumentar con el tiempo, ya existen ejemplos alentadores, como el Pacto Verde Europeo y el paquete de medidas FirFor55 para alcanzar la neutralidad climática en Europa o los Fondos Next Generation EU, que pueden impulsar la rehabilitación residencial en Europa.
Ante las señales del planeta y las iniciativas gubernamentales, es crucial trabajar para acelerar las rehabilitaciones, transformando no solo edificios, sino también comunidades, economías y, en última instancia, reduciendo la pobreza energética y mejorando la calidad de vida de los habitantes. El cambio climático ya está presente, y es imperativo frenar su ritmo actual.
Para acabar este artículo quiero invitarte a formar parte del cambio. A ser un agente sensibilizador de los compradores y vendedores de vivienda. Tenemos mucho que ganar siendo agentes del cambio porque el futuro será sostenible o, simplemente, no será.