No solo de cemento vive la vivienda
Aunque la proporción no es sustancial, algunos rascacielos se van construyendo en cristal y metal e incluso en madera, material noble y renovable si se obtiene de explotaciones sostenibles.
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The Observer, edición dominical del periódico británico The Guardian, publicó en el año 2020 una serie de artículos documentando el nefasto papel que el cemento tiene sobre el medio ambiente. Desde la época romana, cuando se utilizó una fórmula de cemento reforzado para los puentes, acueductos y calzadas que resiste mejor el paso del tiempo que nuestro cemento armado actual, la humanidad ha cubierto la superficie del planeta de una enorme capa de cemento, y sigue haciéndolo a un ritmo pasmoso. Gran parte del generoso plan de mejora de las infraestructuras aprobado recientemente por la Cámara de representantes norteamericana se convertirá en mucho más cemento para puentes, carreteras, presas y aeropuertos. De hecho, las infraestructuras civiles norteamericanas -las primeras que se erigieron a tal nivel en el mundo desarrollado- están en un estado de conservación lamentable.
Las grandes metrópolis, que reúnen cada vez a una proporción mayor de los habitantes de nuestro planeta, se siguen construyendo con cemento. Solo algunos rascacielos significativos en los distritos de negocios se construyen con cristal y metal, y ya existe algún ejemplo de rascacielos en Asia construido en madera. Pero la proporción no es sustancial. La fabricación de cemento provoca anualmente la emisión de 4.000 millones de toneladas en todo el mundo, lo que supone nada menos que el 8% del total. A eso habría que añadir las emisiones del propio proceso constructivo. La voracidad de nuestra civilización por el cemento parece no tener límites. La pregunta es: ¿será posible alcanzar los objetivos climáticos y reducir el calentamiento global manteniendo las emisiones de CO2 que tienen su origen en la voracidad energética que exige la fabricación de cemento?