La consolidación de la financiación hipotecaria ha sido una de las principales claves de la recuperación. Tras la sequía crediticia que nos trajo la crisis, pasamos a una ‘guerra hipotecaria’ que animó el sector, aunque los niveles de concesión de hipotecas están a años luz de lo que vimos en los años del boom: si en 2007 se concedieron 1,2 millones de hipotecas, 2018 se cerró con 345.000. La decisión del BCE de posponer la subida de tipos de interés y de continuar con la política de estímulos permitirá que el ciclo se alargue.
Por su parte, la nueva ley hipotecaria reducirá los litigios judiciales y traerá más transparencia, además de una serie de ventajas para los clientes, ya que los bancos asumen los gastos de la firma de la hipoteca (AJD, escritura, gestoría, etc.) lo que se calcula que puede suponer un ahorro entre el 1 y 2% del precio final de la casa. También bajan las comisiones por amortización privada, se priman las hipotecas verdes y se prohíben las cláusulas abusivas y los productos vinculados. La duda está en si los prestamistas trasladarán estos gastos de una forma u otra a sus clientes.